Somos herederos de la ausencia
Bs.50.00
Autor: Johannessen, Elizabeth
País: Bolivia
Fecha de publicación: 30/07/2019
Categoría: Ensayo
ISBN: 978-99974-16-22-3
Páginas: 88
Formato: 14 x 21 cm
Materiales:
Encuadernación: Emblocado Hot Melt
Descripción
Descripción o sinopsis:
Heredar la ausencia y revertir sus caminos
La crítica literaria puede ser una luz entre los árboles, un sendero modesto que, a su paso, abre una senda posible para transitar en medio de una espesura significante. Así, cada lectura abre una posibilidad, entre otras, de dialogar y de recoger sentidos latentes en una obra. En este caso, Elizabeth Johannessen abre una senda comunicante entre la poesía de José Eduardo Guerra y la de Jaime Saenz. Como toda lectura comparada, establece encuentros y desencuentros entre una y otra escritura, que, de leerse en soledad, no se abrían alcanzado. Con este propiciado diálogo, la autora corresponde un anhelo que percibe como central en las obras poéticas que acompaña: llegar a uno mismo, al otro, al sentido en el lenguaje poético. Es decir, de algún modo, activar el potencial de todo lenguaje hasta encarnar momentánea y fulgurantemente en tanto sitio de encuentro, de conjuro y lucidez ante la ausencia.
Desde un puerto existencial, la lectura nos ubica ante poetas de alta talla, quienes trabajaron la ausencia desde tres ámbitos: el de la interioridad, el de la mundanidad y el de la palabra misma. Se analiza las diversas maneras en que cada poeta constata cierta escisión consigo mismo y cierto anhelo de absoluto. La intensa experiencia de la escisión interior será afrontada desde la metáfora del camino o la distancia que, al recorrerse, anula la división y va revelando el encuentro consigo mismo. Alejados del mundo que los fascina, horroriza, enferma o al que critican en tanto simulacro, los sujetos de estos poemas emprenden a solas y aunque sin interlocución, con una palabra hacia el otro ser humano, un proceso de desmontaje de falsos sentidos y montaje, luego, de otros posibles de restituir, así sea parcialmente, la relación con los otros. Por todo ello, en ambos casos, la escritura misma juega un rol imprescindible pues constituye la escena que impide o posibilita el encuentro del humano consigo mismo, de éste con los otros y de la ausencia con un sentido que la llene, así sea fugazmente, antes de devenir nuevamente un vacío. El poema se convierte en una provisoria caja de armonías o en un sitio donde toda paradoja halla su sitio sin deber resolverse. Sin embargo, según la lectura crítica que seguimos, Guerra no podrá, intuyendo, hallar ese sentido; mientras que Saenz lograría el salto y llegaría a cierta revelación no revelada.
Encontrar en la ausencia no sólo un concepto encarnado en arquetipos e imágenes, sino también un operador del lenguaje poético me parece un acierto teórico que sustenta esta lectura. Y no es sólo por la manida afirmación de que la poesía opera con lo faltante sin llenar ese sitio sino bordeándolo, pues a la par, es lo ausente una especie de partenaire para el hacer poético, en la medida en que la desafía a decir algo que sea/signifique cada vez, mientras que, apenas dicho, eso vuelve a la in-significancia. Por tanto, este ejercicio de lectura reconoce un aspecto medular en el quehacer poético, diríase bordea la ausencia, le da nombres, alarga su distancia hasta propiciar, en ese suspenso, un hallazgo con lo uno, lo absoluto, cierto atisbo de sentido.
Si el ser humano adolece de ausencia, pues es capaz de saberse faltante, de imaginar otra realidad posible o de morir antes de morirse, en la prefiguración de lo que imagina sucederá cuando él ya no esté en el mundo, la palabra poética, nos revela Johannessen, otorga a esa dimensión angustiante, una salida vital y gozosa, no por ello poco compleja. Los poetas analizados bajo esta luz advierten lo ineludible de sabernos seres divididos y distanciados entre nosotros; pero, a la vez, propician un peldaño, un ojo de cerradura desde el cual dar el salto que nos lleve de lo finito al infinito, de lo dolido-separado al uno, del mundanal ruido a la silenciosa alma común de los seres. No poca cosa, en tiempos de cinismo.
Mónica Velásquez Guzmán
se trata de un texto original que, por momentos y aparentemente, se aleja de lo que podríamos considerar un ensayo académico convencional debido a: un especial uso del lenguaje, muy cercano a la prosa poética, que define su escritura y le otorga una especial personalidad;
presenta un muy interesante tejido en el que se enlazan las voces de los poetas Guerra y Saenz y los versos de Estancias y Recorrer esta distancia con palabras y citas de otros poetas, ensayistas, filósofos, teóricos, antropólogos, que lo convierten en un entramado textual muy rico y sugerente, de intenso diálogo y ritmo interno. En otras palabras, se trata de un ensayo que privilegia una especie de actitud poética frente al lenguaje, pero que nunca deja de ser un ensayo académico
Dr. Juan Carlos Orihuela (2009)